Retrato ZbigHoy en día, cualquiera que haya visto cine espectáculo puede entender lo que es un croma, o al menos saber que las películas de efectos especiales se filman, por lo general, sobre una pantalla verde sobre la que se recortan los personajes para luego sustituir sus fondos por el entorno de la acción. Pero hubo alguien, un pionero, que se cuestionó el uso de esos efectos visuales de una manera más sensible y poética. Este visionario fue Zbigniew Rybczynski (Polonia, 1949).

Estudiante prodigio de la prestigiosa Escuela de Cinematografía de Lódz, heredero por derecho del mejor Méliès, e indiscutible precursor de Michel Gondry, Rybczynski (o Zbig como se lo conoce) ha creado muchas de las piezas videográficas más sorprendentes tanto técnica como plásticamente. Tras producir varios cortometrajes experimentales entre los que destacan Zupa (Soup) 1974, Lokomotywa (Locomotive) 1975 y Mein Fenster (My Window) 1979, produce y dirige, junto con el grupo vanguardista Warsztat Formy Filmowej para SE-MA-FOR Studios, el corto que lo lanzaría a la fama y con el cual ganaría el Oscar en 1980: Tango. Un cortometraje cuya propuesta formal revolucionó su tiempo y que abrió las puertas de la nueva era del Video-Clip. En él, Zbig dibujó y pintó cerca de 16.000 cell-mattes (fondos de escenarios sobre los que se recortan los 36 personajes que deambulan por una misma habitación) para luego imprimirlos manualmente fotograma a fotograma, exponiendo la película de 35mm cientos de miles de veces hasta conformar esta pieza única de tan sólo ¡8 minutos!

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En la década siguiente Zbig se pasa de la película al vídeo y logra desarrollar este formato hasta límites inexplorados. Concibe y dirige numerosos vídeos musicales para bandas como Art of Noise, Supertramp, Alan Parsons Project, Simple Minds, Mick Jagger, Pet Shop Boys, Yöko Ono, Lou Reed y Rush.
En los 90´s desarrolla y es uno de los padres de la HDTV (Televisión de Alta Definición), tecnología que no estará al alcance del público hasta una década después. De este periodo es su maravillosa pieza The Orchestra, 1990, mediometraje de 57 min. (vídeo de cabecera de esta entrada) con el que gana el Premio Emmy “Outstanding Achievement in Special Visual Effects”. Con La Orquesta Zbig logra llevar la técnica de la superposición, el montaje secuencial y la métrica visual a lugares desconocidos y, hasta el día de hoy, difícilmente superados.

Rodada principalmente en la Catedral de nuestra Señora de Chartres (cerca de París) y en el Louvre, y concluida en los estudios Zbig Vision, La Orquesta es una obra maestra de la post-producción y la secuencia continua. Para su realización Zbig, amante y conocedor de la música clásica, desarrolló un sistema para imprimir en una hoja continua (como si se tratase de un electrocardiograma) toda la onda dinámica de las diversas piezas musicales que conforman su película. Esa hoja a la vez estaba subdivida en frames o cuadros (la unida mínima de imagen de un vídeo), de esta manera Zbig podía visualizar cuadro a cuadro todo el desarrollo métrico de la música y de la puesta en escena, determinando así la precisa coreografía de sus personajes, de su cámara y de sus escenarios virtuales. Por último el cineasta polaco colocó esa hoja sin fin junto a las rieles del travelling sobre el que se desplazaría su cámara, haciendo coincidir cada segmento de la riel con una porción exacta de su diagrama músico-visual. Con este sistema (más un Motion Control también diseñado por él) consiguió filmar los escenarios sobre los cuales posteriormente se sobreimprimirían los centenares de personajes que danzan, vuelan y viajan por su fascinante The Orchestra.

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Pero el trabajo de Zbig, por más matemático y efectista que parezca, está avocado a otro fin: el goce estético. Es ahí donde su obra de desmarca del cine efectista de entretenimiento. Su propuesta, que no oculta el virtuosismo de su técnica, nos transporta a una dimensión específica del cinematógrafo. El choque entre imagen y sonido en la obra de Zbig no es consecutivo como en el cine tradicional, sino simultaneo. Su montaje es interior al plano y la secuencialidad de su narrativa es casi infinita; para muestra, la maravillosa secuencia del piano interminable sobre el cual los personajes crecen y se hacen adultos mientras interpretan, nota a nota, la Marcha Fúnebre de Chopin. Como todo gran artista Zbig entiende su herramienta y las reglas propias de su arte y sobre él desarrolla un complejo discurso, llevándonos de la mano a un país delirante donde lo imposible es real sólo en la medida que está dentro de la pantalla.

Visita su website: http://www.zbigvision.com/

 

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