Hace pocas semanas atrás fallecía uno de los cineastas más grandes, quien basó su obra en la reconstrucción infinita del tiempo en forma de recuerdo. Ayer jueves 17 de abril se nos fue otro gran maestro que, desde la literatura, abocó su vida al mismo tema de manera infatigable: la memoria.
Alain Resnais (1922-2014) y Gabriel García Márquez (1927-2014) comparten ahora el sueño imposible de todo artista: liberarse de la materia para transformar la esencia en presencia atemporal.
La preocupación de ambos por intentar aprender, y aprehender, la sustancia misma de la vida se ve reflejada a lo largo de todos sus trabajos, sin importar el género ni la etapa. García Márquez incluso desde el periodismo reclamaba formalmente un espacio para la maravilla inasible de lo real, mientras que Resnais nos hacía ver como incluso la comedia, o el holocausto, pueden ser un Déjà vu cliché. “La vida no es lo que vivimos, sino lo que recordamos de ella, y cómo lo recordamos” dijo una vez Gabo con absoluto conocimiento de causa. Por su parte Resnais nos dejaba: “El pasado y el presente coexisten, pero el pasado no necesariamente debe estar en retroceso”.
Lo que en García Márquez llama la atención al punto de la inverosimilitud es aquello que precisamente en Resnais nos descoloca y hace irreconocible ese espacio mental que nos propone: Una casa donde durante más de cien años sus personajes se van repitiendo sistemáticamente y que, desde sus manuscritos originales, está destinada a ser arrasada por los “vientos del tiempo”, tiene en esencia la misma construcción babilónica que la fiesta donde están atrapados los invitados de Marienbad. “Las estatuas también mueren” podría ser un ensayo refinado y europeo de “El otoño del patriarca”, así como la inolvidable «El amor en los tiempos del cólera” pudiese evocar capítulo a capítulo a la majestuosa “Hiroshima mon amour”.
Se dice que en el arte como en la vida sólo se representan dos únicos temas: el Amor y la Muerte, y que todo lo demás que el hombre pueda vivir o crear está inmerso en esas dos grandes tragedias. Ambas tragedias hablan sobre el poder: el poder de materializar lo inexistente y el poder de la materia de dejar de existir. En ese lugar de poder García Márquez y Resnais se detuvieron a trabajar toda su vida, el uno desde la infancia atrapada y el otro desde el adulto inmemorial, y en su parada nos dejaron una fortuna incalculable, el legado del sabio y el explorador juntos en un baúl de obras maestras, un baúl que burla a la muerte y que hoy, en lugar de cerrarse, se abre para siempre.
¡Gracias maestros!