En diciembre del 2013 tuve la oportunidad de conocer la Hundertwasserhaus, el museo de Hundertwasser en Viena. Si bien la obra arquitectónica de este artista austriaco (Friedensreich Hundertwasser / 1928-2000 / se aplico a toda clase de disciplinas artísticas; desde la pintura, pasando por la arquitectura, la escultura, el diseño gráfico, editorial, de ropa y calzado, sellos postales, carteles, banderas, etc) se encuentra repartida en varios países (atención al complejo residencial Waldspirale o «Bosque en Espiral» en Darmstadt, Alemania, o al magnífico Hotel Rogner Bad Blumau en la región termal de Styria en Austria) en el Museo Hundertwasser se puede encontrar la maqueta de un proyecto homérico que aún no ha sido construido. Hablo del Hügelwiesenland o «La pradera en las colinas», posiblemente una de las más hermosas utopías proyectadas por este mago del color y la forma. Este sueño urbanístico es un laberinto mitológico de praderas que devienen terrazas, escaleras que se convierten en balcones y techos que se transforman en prados, todo un conjunto que parece salido más de un cuento de hadas que de una planificación urbanística coherente y responsable con el medio ambiente.
Hoy, la Hügelwiesenland, cobra más relevancia que nunca, la urgencia de esa utopía reclama su pertinencia en un mundo que debe acoger al hombre y su habitad como una unidad, sin por ello descuidar el goce estético gestado en la misma naturaleza.

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