Hablar de Jean-Luc Godard (Francia-Suiza, 1930) es hablar de Arte y Política. No se me ocurre otro director en el cual esos dos conceptos se fusionen nuclearmente hasta el punto de generar un tercer concepto: Cine.
Analista acérrimo de la historia del cine, revolucionario del lenguaje, militante convencido, luego desertor arrepentido, después autoexiliado de su generación para después volver a la militancia desde la crítica (fílmica), Godard es testigo y cronista inquebrantable de más de medio siglo de historia. El cine de Godard es un cine siempre adelantado a su tiempo, aún hoy gran parte de su obra pone en evidencia la poca preocupación de parte del medio y la industria (cineastas incluidos) por seguir desarrollando el lenguaje cinematográfico. Su ensayo cumbre, Histoire(s) du cinema, consigue ruborizar a cualquier cinematografía contemporánea que se precie de vanguardista y arriesgada. Basta con mirar los últimos trabajos de este director octogenario para entender lo distante que está su mirada del convencionalismo instituido y las infinitas posibilidades aún por explorar de este maravilloso arte.
De su vena más política podríamos destacar “Le Petit Soldat”, “La Chinoise”, “Weekend”, “Pierrot le Fou”, “Tout va bien”, o las recientes “Allemagne 90 neuf zéro”, “Notre Musique” y “Film Socialisme”. Pero… ¡¿cómo no considerar políticas a “Une femme mariée”, “Vivre sa vie”, “Le Mépris”, “Je vous salue, Marie”, o la mismísima “À bout de soufflé”?! y es que Godard no trata temas políticos, Godard HACE política con su cine. Quién si no, sería capaz de acuñar una frase tan extravagante como “Un travelling es una cuestión moral”, y sobre esta máxima tener el ingenio y la valentía de construir una de las secuencias más memorables, el epílogo de “Tout va bien”.
Rodada en colaboración con Jean-Pierre Gorin “Tout va bien” (Todo va bien, 1972) narra el desarrollo de una huelga de trabajadores que han tomado como rehén al empresario dueño de la fábrica. Una periodista y su esposo, un director de cine, asisten al motín y quedan atrapados el tiempo que dura la protesta. En la secuencia final Godard parodia los síntomas de descomposición de una sociedad que no se recuperará jamás de la derrota moral que supuso Mayo del 68. Esa sociedad, según Godard, bascula (incluso hoy) entre la apatía y la rabia social, entre el sometimiento y la anarquía, entre el individualismo y el consumismo. Como en su famoso travelling el pueblo va y viene de un extremo a otro y, en ese vaivén, los seres humanos (representados en esa pareja) han perdido su voz… ahora es la “historia”, contada desde el poder, la que habla por ellos.
Como en todo su cine, y “Todo va bien” no es una excepción, hay múltiples capas superpuestas: La decadencia de la relación afectiva de la pareja metaforiza la ruptura de la relación sindical-patronal en el conflicto de la fábrica y, a su vez, refracta la sociedad desencantada pos Mayo del 68. Pero aún más, Godard se vale de esa estratificación para analizar la degeneración del arte frente al capitalismo imperante, parodiar la autocensura del artista frente a la maquinaria del poder e incluso hacer una revisión auto crítica de su propio cine, de sus ideales y de los cambios históricos que han acompañado su militancia durante veinte años. Este hiper-meta-lenguaje es la base del discurso Godariano, y está expresado de manera magistral en el monólogo del director de cine: Cámara fija y un personaje interpretado por Yves Montand. Godard usa a su personaje como una proyección de si mismo, poniendo su discurso político en boca de su marioneta (el director pusilánime que el actor representa) y consiguiendo de esta forma hablar en tercera y primera persona al unísono . Ese desdoblamiento que experimenta el personaje del director en el propio director del film, deja al descubierto las viseras del mecanismo cinematográfico y, a su vez, el mecanismo con que la política se apropia del discurso histórico de un tiempo. Todo un procedimiento quirúrgico en el que Godard usa el Arte como escarpelo para cortar, una a una, las capas de su sociedad.
—“¿Qué podría yo haber hecho?”—se pregunta Godard detrás de la cámara. —“¿Qué me hubiesen dejado hacer?”—se pregunta el director en la pantalla.
—“¿Qué se debería intentar hacer?”—me pregunto después de ver “Todo va bien”.