<Secuencia de la película “Samson & Delilah” de Warwick Thornton (2009)>

¿Qué hace una canción de Ana Gabriel en una película Australiana cuyos protagonistas son aborígenes? Es lo primero que uno se cuestiona cuando ve esta secuencia de “Samson & Delilah” (2009). Pero más allá de ese cuestionamiento inicial, el mérito del director Warwick Thornton (Australia 1970) radica en la apuesta consecuente por el sonido —y la música— como medio de expresión dramática. Pocos cineastas hoy en día conceden al sonido tal supremacía sobre la imagen, y eso que Thornton es el propio camarógrafo y Director de Fotografía de la mayoría de sus films.
Rodada desde el interior de la Australia rural “Samson & Delilah” es una película que ahorra en palabras y con lo que le sobra de elocuencia invierte en sonido, trueca la explicación de los personajes por la expresividad del medio donde confluyen sus vidas, y utiliza la música como vehículo de transporte emocional y no como un pañuelo empapado en formol. En la película de Thornton la sonoridad es un personaje corpóreo integrado en la trama con un papel definido y decisivo. La música es a Thornton lo que el Método es a Strasberg, no comenta, expone, exterioriza el mundo interior del personaje convirtiéndose en su extroversión; tanto en el chico y su Rock anti “Ska-de-mierda-que-me-vuelve-loco”, como en la chica y su “balada-mexicana-yo-quiero-escapar-de-mi-realidad”, y es precisamente en la colisión de esos dos mundos sonoros-musicales donde salta la chispa de la relación que unirá las vidas de estos dos adolescentes, y a la vez donde la película de Thornton alcanza, discretamente, su maestría.

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